Hace
ya tiempo que permanecen juntos: mucho para algunos, parece que fue ayer para
ellos; mucho tiempo sí, más de sesenta años sin separar sus manos.
A
veces él sujetaba con fuerza las manos de ella, a veces era ella quien llevaba
los mandos, quien transmitía energía. Ahora están solos, los dos y apenas
pueden andar sin ayuda; por eso, en el paseo, se sientan de cuando en cuando en
los bancos urbanos que jalonan la calle.
Ya
sentados, él coge las manos de ella, unas manos de piel transparente, tan
trasparente que casi es posible ver correr la sangre por sus venas y circulando
entre las mil manchas oscuras que parecen marcar momentos de sus vidas, de su
vida.
Hablan
bajito y él aún le dice que la quiere y sus ojos trasmiten tanta ternura que no
es posible dejar de emocionarse al verlos.
Es
una estampa urbana sin más, pero yo la he visto……