“Ehhh Don
Anastasio!” Grita el portero de un portal cercano, - “qué se olvidó la mascarilla!!!”-
Don Anastasio retrocede y recoge su mascarilla,
y mientras piensa que cada día está más despistado, que ahora tendrá que
escribir en la lista esa que tiene junto a la puerta una cosa más………….
Don Anastasio tiene ese nombre no por nada ni
por nadie, nació el día que se festeja ese santo y así le llamaron, pertenece a
esa generación (nació hace ochenta y dos años ya) en que el nombre era elegido
así, por el día en que llegabas al mundo.
Don Anastasio vive solo, no necesita ya a
nadie… dice. Camina cada día al menos tres horas, con ese caminar indiferente
de los que no desean pensar ni recordar ya nada, y de vez en vez se sienta en
algún banco, de los que ya le cuesta cierto esfuerzo incorporarse.
Y cada día recuerda a quien fue su mujer que
murió hace ya demasiado tiempo, está solo sí, pero no le importa, su soledad es
suya y nada ni nadie podría quitársela.
Al regresar a su casa mantiene una escasa
conversación con el portero, intercalando grandes espacios de silencio, como
quien no quiere ya nada.
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