Con
toda la carga de cierto cinismo que pueda contener la anécdota, es absolutamente
cierto que, a lo largo de la historia, hemos contemplado la destrucción de
esculturas, estatuas antiguas, colecciones completas de valor incalculable, tan
incalculable como irrepetibles.
Sin
ir más lejos, estos días asistimos estupefactos a los vídeos que el
autodenominado Estado Islámico anda publicando con la destrucción de restos
arqueológicos de la provincia de Nínive con justificaciones tales como que son
figuras adoradas en lugar de Alá.
Desgraciadamente
esto no es nuevo. El otro día se presentaba en España (va a estar unos días en
el Museo del Prado, en Madrid) la restauración del San Juan Bautista Niño de la
iglesia del Salvador, en Úbeda, la única escultura (la única) de Miguel Ángel
en España. Ha sido reconstruida por el Centro de Restauración de Florencia y
gracias al duque de Segorbe.
Pues
bien, a propósito de esta estupenda noticia – la de la restauración- es preciso
recordar (sobre todo a todos los que se echan la mano a la cabeza con lo de los
islámicos) que los que destruyeron y machacaron la preciosa escultura de Miguel
Ángel fueron a los que entonces llamaban “rojos” (vamos el frente popular de
izquierdas de 1936) y lo hicieron a conciencia. Como destruyeron iglesias y
conventos; como destruyeron cementerios; como destruyeron obras de arte de
todas esas iglesias y, en fin, como asesinaron a curas y monjas, a católicos o
a votantes de la derecha
Y
el que se quiera informar que lo haga. Es conveniente revisar la historia de
vez en cuando y sentir un poco de vergüenza…. al menos.
El
“San Juanito” de Miguel Ángel… restaurado
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