El
lenguaje, la lengua, se modifica y evoluciona según las costumbres y según las
indicaciones, mil veces repetidas, de la televisión, la radio o los medios de
comunicación en general (que tremenda responsabilidad…)
Cambia
el lenguaje desde las conjunciones (ya no vale solo las que nos sabíamos de
corrido, hay que añadir: versus, via y no sé qué más…) hasta palabras que
sustituyen a las políticamente incorrectas, palabras que en muchos casos casi
provocan hilaridad, que quieres que te diga… Así decir que Obama es un hombre
de color… pues francamente es bastante ridículo, (otra cosa sería si su piel
estuviera tintada en verde entonces si tendría algo de sentido). Cambian
palabras que se sienten como ofensivas, así viejo se sustituye como persona de
edad avanzada o edad provecta (esto se usa menos…) o “hay que rejuvenecer las
plantillas”, en lugar de “hay que expulsar a toda esta gente , hagamos un ERE y
nos ahorramos una pasta”.
Pero
las palabras más absurdas son las que, teóricamente, pretenden la igualdad de
género, con origen en la llamada tercera ola del feminismo de finales del siglo
XX y los llamados filósofos del lenguaje, o como hacer cambiar con las palabras
(¿¿?? Esto sí que mola…) comenzando por la repetición o-a y llegando a
situaciones extremas como “testigas” y otras que repiten algunas “doctas”
ministras y periodistas famosillas.
Qué
tal, me pregunto, si decimos taxisto? o pediatro?. Uff que daño ha hecho la
eliminación del estudio del Griego y el Latín, estudios básicos para conocer la
etimología de las palabras y definiciones.
Lo
peor es que toda esta caterva de falsos filósofos pretende cambiar los
comportamientos sociales y acercar “lo que debe ser” a sus personales comportamientos
y, con la apariencia de hacer el bien, conseguir sus objetivos, que no tienen
por qué ser lo correcto, o lo que necesariamente haya que hacer.
Y
todo a través de la palabra.
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