La
entrada de inmigrantes irregulares en la Unión Europea aumenta cada año: un 48%
en 2013 respecto al año anterior, lo que totalizaban 170.000. Por su parte, las
solicitudes de asilo alcanzaban una cifra superior a 350.000 personas y ello
porque, obviamente, los conflictos bélicos africanos producen una enorme
cantidad de desplazados.
Por
el sur, las fronteras más sensibles (sensibles porque es por donde se plantean
los conflictos con las avalanchas de subsaharianos) pertenecen a Italia
(Lampedusa, Sicilia) y España (Ceuta, Melilla).
Tanto
a España como a Italia se les ha cargado con la responsabilidad de esas
fronteras europeas al tiempo que
soportan una doble presión: por un lado la de la seguridad y por otro la de la
humanidad.
Y
en medio de ello se sitúa el cinismo y la hipocresía de determinados políticos
que no pierden ocasión de señalar cualquier tragedia que sucede cada vez que
hay una avalancha de inmigrantes (más de una decena de muertos en Melilla en
febrero de 2014 y otros tantos en Lampedusa el verano de 2013), con la
pretensión de apuntarse tantos para la próximas elecciones. Como decía, con
ocasión del caso de Lampedusa, el Papa Bergoglio: “hoy todos los hombres y
ninguno se hacen responsables de las tragedias de la inmigración… hemos perdido
el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento
hipócrita”.
Y
ahora ¿qué? Por una parte la Comisión Europea, por boca de su titular de
Interior (Cecilia Malmström), criticó la actuación de la frontera española. Por
otra parte el Gobierno español se ha apresurado a recordar que es necesaria una
reforma «para hacer posible todos los derechos y la integración social de los
extranjeros pero al mismo tiempo, el
derecho y el deber de controlar las fronteras y que se entre en España de
forma legal y por los sitios habilitados».
Pues
muy bien pero… ¿qué hacemos? Porque esta situación sigue ahí, se producirán
avalanchas, tanto en Italia como en España. Países europeos que no tienen por
qué ser responsables únicos de tales dramas. La Unión Europea ha de destinar
recursos a las zonas fronterizas europeas
(que lo son por mor de los Tratados) y los países fronterizos tendrán que tener
muy claro qué es lo que deben hacer.
Y
luego no olvidar que las ONGs, la ayuda al desarrollo, la cooperación con los
países africanos, tiene que ser directamente destinada a obras específicas que
ayuden a esos países a desarrollarse…… no a que se desarrollen sus gobiernos ni
sus dirigentes.
Y,
en fin, aquí quedan las palabras del Papa Francisco en relación con la cultura
del bienestar, "que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace
insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en una pompa de jabón, que
son bonitas, pero no son nada más, son la ilusión de lo fútil, de lo
provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, lleva a la
globalización de la indiferencia".
Pues a ver si hay suerte... y la Unión Europea se entera de que "sus" fronteras están por aquí abajo....y corren con los gastos, ¡claro!.
ResponderEliminarAcaba de producirse otro desastre en Lampedusa. Italia y España deberían unirse en la Unión Europea para este tremendo problema de la inmigración. ¡Que se despierten los eurodiputados, con ese sueldo que tienen!.
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