Se
trata de un hombre de baja estatura, pulcramente vestido, a quien su canoso
pelo, su complexión y movimientos avisan de su edad.
Camina
a paso ligero rodeado por esos árboles que ya están totalmente desnudos de
hojas, árboles que se mantienen erguidos como si le rindieran honores, mientras
él mantiene la mirada fija en el suelo, seguramente para que sus pies no se
encuentren con desniveles que puedan provocar una caída o al menos un traspiés.
Mantiene
los brazos firmemente cruzados en la espalda, al tiempo que una de sus manos
sujeta, con escasa fuerza, la larga correa, de color marrón, que acaba en el cuello
de ese pequeño perrillo que con harta frecuencia, levanta la cabeza hacía el
hombre. Hombre de gesto malhumorado o al menos hosco, que de vez en vez tira de
esa correa, al tiempo que pronuncia algunas palabras, difíciles de entender,
mientras el perrillo dirige su mirada al cercano parque urbano evidenciando su
deseo de acudir.
Pero
sucede que el hombre a paso firme y rápido se limita a cumplir su misión y
caminando arriba y abajo de la calle, tras el tiempo estipulado regresa a su
casa mientras, al fin, esboza una sonrisa…………… es solo un hombre y un perro.
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