Todo
comenzó cuando recibí la carta del “presidente de la comunidad” que junto con “los
estatutos por los que han de regirse las respectivas propiedades horizontales
de las fincas del conjunto residencial”….adjuntaba el acta de la anterior junta
de vecinos, como tenía tiempo (insisto) me lo leí todo, de principio a fin, y
tuve la sensación de haberlo leído antes más de cien veces…. Y no me
equivocaba.
Siempre
he pensado que daría igual fuera o no fuera, seguro que acabarían metiéndose
con el portero, que la verdad a mí me parece un señor muy amable al que veo
poco…. ahora que lo pienso…, con los vecinos que tienen perro (que son muchos…)
y con las horas de recogida de las basuras……………..pues no: se dedicaron los
primeros sesenta minutos a saludarse y preguntar por sus vidas, sus mujeres
maridos…. En eso estaban cuando llegué a la reunión.
En
el hall de entrada de uno de los portales, habían preparado (como otras veces)
una sala de juntas con sillas de cómoda apariencia.
Me
senté en una de esas sillas en una esquina, sin hacer mucho ruido mientras
notaba las miradas de algunos asistentes.
Lo
cierto es que no había más de diez “propietarios” de entre los más de cuarenta
que deberían estar, así es que, pensé, hay muchos como yo… (de los que total
para qué?....).
Bien,
pues estaban como digo diez vecinos de los que al menos seis tenían
representación de otros muchos, la mayoría de ellos eran hombres en edad de
jubilados y perfectamente vestidos como para una cena de verano. El olor
imperante era tipo “madera con un toque afrutado”, y sus caras reflejaban lo
importante que era esta reunión para todos ellos. Se sentían genial por la “enorme
responsabilidad” que habían cargado sobre sus hombros (ellos también tienen
mucho tiempo….)
Así
es que como había quórum suficiente comenzó aquella “Junta General Ordinaria”
Tras
la lectura del acta anterior, la aprobación de las cuentas (una “pasta”) y la
relación de morosos (acompañado todo ello de los gestos y movimientos
afirmativos de aquiescencia de los presentes) comenzaron los ruegos y preguntas
que obviamente tenían preparadas con anterioridad. Y sí, hablaron de los perros
y del portero, de los ascensores y de las obras de los vecinos.
De
vez en vez me lanzaban miradas de reojo, no sabían muy bien por donde saldría o
siquiera si saldría, pero yo permanecía impasible mientras crecía en mi
interior unas ganas enormes de largarme de allí, y en mi cabeza daba vueltas a
la idea de cómo huir, dado que la puerta estaba cerrada y que deslizarme hasta
el ascensor iba a “cantar” mucho.
Después
de casi tres horas, aquello terminó y por una vez no subieron los gastos
mensuales ¡afortunadamente! así es que rápidamente me levanté y desaparecí no
sé muy bien por donde……. Ah y no pienso volver….total para qué?
Pues eso es lo malo: que no vamos a las juntas y siempre hay un grupito que hace lo que quiere...
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