En
casa entre los nuestros, todos saben quién y cómo somos; no necesitamos
presumir o aparentar, o disimular nuestros defectos; mas cuando salimos
sentimos la necesidad de aparentar “ser perfectos” mejor de lo que realmente
somos, olvidando muchas veces que lo perfecto suele ser enemigo de lo bueno.
Obviamente
este comportamiento es una mezcla de agradar a los demás, de incorporar
asertividad a nuestras actitudes, y, qué duda cabe, de buena educación,
obligaciones sociales y modales adecuados.
Y
como en la vida laboral estas actitudes se evidencian de manera notable, tanto
en puestos de mando como en las relaciones entre iguales, y como no todos
adoptan o consiguen llevar a cabo estos planes, es raro el grupo laboral que
consigue un ambiente agradable para todos, tan es así que cuando alguno de
ellos alcanza la edad de retirarse provoca en algunos casos hasta una sensación
de alivio y como de empezar de nuevo. Y en otras ocasiones queda un gran vacío
que,…………..(es la realidad) se llena en pocos meses…. Así somos.
A
partir de la jubilación ya, aparentemente, no necesitamos “avatar ni otras
representaciones virtuales” de nosotros mismos, somos quienes somos; y esto sí
que es un reto importante puesto que ya no tenemos excusas para disimular
nuestro yo verdadero, ya no tendremos reconocimiento de los otros y,
posiblemente, no oiremos “gracias” tan a menudo……………… Y claro aquí empieza lo
difícil, habrá que reinventarse!………………
pues si todos intentamos parecer mejor y muchas veces para no provocar disputas que en el trabajo suelen ser tan frecuentes......
ResponderEliminarbueno, a mí me parece muy loable el esfuerzo por intentar ser mejores, sobre todo en el trabajo donde pasamos 8 horas de convivencia con "extraños". Me parece que no estaría mal que algunas personas trataran de disimular sus defectos. No soporto a esos maleducados que contestan de malos modos o sueltan una impertinencia y se escudan en la famosa frase: "es que yo soy así". Siempre me dan ganas de decirles: pues mira "así" sé en tu casa, pero aquí tienes que ser comedido, educado, no elevar la voz y muchas veces no decir lo que piensas y tener paciencia, mucha paciencia . Hay personas antipáticas, amargadas, o que tienen mal genio y en su casa les querrán así, como son, pero en la oficina los demás no tenemos por qué aguantarles. Claro que muchos días estamos cansados, o tenemos problemas pero hay que esforzarse por ser amables y no exteriorizar nuestro estado de ánimo. Creo que todo se reduce a una cuestión de educación. Simplemente.
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