En
todas las culturas se resalta el gran valor de la amistad.
La
amistad, esa relación existente entre dos o más personas (en este caso,
queridas progres, vale acabado en as no hace falta cambiar por os….) cuya
fundamental característica no es otra que la lealtad amén de la mutua ayuda, la
solidaridad, la sinceridad, el compromiso y por supuesto el trato continuo en
el tiempo.
Siempre
me han fascinado todas esas personas capaces de mantener sus amistades de la
infancia, de la juventud, de la adultez…. Incrementando permanentemente el
número sin que por ello se resientan los amigos anteriores, y a veces superando
el número ese del antropólogo Dunbar que nos pone el límite de amigos en 150 y
eso contando con el tamaño de nuestro neocortex.
Pues
bien estas reflexiones me vinieron a cuento al contemplar con horror y con
sorpresa, la aparición y salida a la luz de los múltiples casos de corrupción
que como una gota incontenible del grifo viejo y roñoso, caen día a día, minuto
a minuto, señalando ora a unos ora a otros y puestos en evidencia casi siempre
no por la “justicia” si no por aquellos que eran “amigos”.
Así
es que regresando a Dunbar quien, teorizando, relataba que para mantenerse
juntos los amigos, es necesario un “incentivo” muy alto y encontrarse siempre
muy cerca unos de otros, llego a pensar que la amistad es harto difícil de
mantener y no digamos la lealtad inter “amigos”.
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