A
raíz de la denuncia de una mujer francesa por agresión sexual en los
Sanfermines, los telediarios se han hartado de poner imágenes de chicas con la
camiseta mojada mientras eran manoseadas por pandas de chicos borrachos (las
chicas también borrachas, supongo que haciendo lo propio al chico de turno) y
todos –según las imágenes- pasándoselo, no sé cómo decirlo,… parece que bien.
El
alcalde de Pamplona antes de las fiestas de este año hizo una campaña que, bajo
el eslogan “Por unas fiestas libres de agresiones sexistas”, quería acabar con
semejantes espectáculos.
Pero,
por lo visto, no ha sido así.
Fui
testigo, hace más de cuarenta años, de unos sanfermines en los que, puedo
asegurar, que todo era fiesta divertida, la gente trasnochaba y bebía todo lo que
podía pero nadie “manoseaba” a nadie (que no quisiera, claro) y nunca oí nada
sobre agresiones “sexistas”.
Lo
de ahora es pura y simplemente violencia sexual, en fin delitos que, de acuerdo
con el código penal, se merecen prisión, ni más ni menos.
La
denuncia más impactante ha sido la de una joven de 19 años que fue violada por
cinco jóvenes. Para mayor escarnio esos impresentables grabaron la violación
colectiva.
Cualquier
estudio sobre la fiesta de San Fermín se limitaba, hasta ahora, a describir el
encierro diario. La carrera delante de los toros ocupaba toda la atención de
los medios. Pero, desde hace unos años, el mayor espacio está siendo invadido
por el relato de agresiones del tipo descrito.
Los
hechos se han enmarcado en el contexto de violencia contra la mujer. Y, de
nuevo, se hacen proclamas en el sentido de que hay que trabajar por la
igualdad…..
Fiesta
y transgresión son en buena medida compañeros, pero lo que en absoluto se debe
permitir es el delito. Y a ello tampoco debemos dar lugar ni cobijo.
Protesta
en Pamplona contra las agresiones sexuales en los sanfermines.
Foto
REUTERS
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