A
decir verdad yo hace por lo menos quince días que tengo un catarrillo, yo creo
que leve, pero como la tele no hace más que decirme que viene la gripe y, esta
vez, con enorme fuerza, que ya estamos en una epidemia, pues yo me estoy
convenciendo, poco a poco, de que esto debe ser eso…. ¡la gripe de la
epidemia!.
Voy
al metro, como cada día, pero ahora me pongo unos guantes especiales para no
“infectarme” con los agarradores esos de sujetarte para no caer. Me llevo una
bufanda (muy mona, eso sí, de las que son como un collar gordo de lana) y me la
pongo tapándome la boca y la nariz. También me he comprado un gel de los de
limpiarte las manos nada más que toques algo, ¡lo que sea!. Así que tengo un
set como el que compramos todos en aquel año de “la gripe asiática”.
A
mi lado hay un individuo que no hace más que toser y toser. Le miro fijamente y
le digo (sin hablar, desde mi interior): “cierra la boca, tose pero para tu
brazo o ¿es que no te han enseñado?”… luego me retiro prudentemente y me voy
unos centímetros más para allá (más no puedo… el metro va hasta arriba).
Me
pongo los auriculares para oír la radio…. “la onda epidémica sigue en España en
su fase de ascenso y (lo peor) aún no ha tocado techo”. OH! qué horror y yo
aquí entre tanta gente que me tose…. Los veo a todos con los ojos rojos, sí me
digo, estos están metiditos en la epidemia… “las urgencias colapsadas…” sigue
diciendo la radio.
Y
yo aquí, entre toda esta muchedumbre que cada vez tose y moquea más….. me
bajo!.
Me
voy andando y pienso que, cerca del trabajo, hay un centro de salud de la
Seguridad Social….. no pasa nada, me digo, por entrar y que me vean no vaya a
ser que haya entrado en la epidemia….
Cuando
llego me encuentro con una de las doctoras que me saluda (es muy agradable) y
me pregunta que qué hago por allí… le cuento lo de la epidemia y acto seguido
me manda… para el trabajo “¡Anda que no tienes nada, sólo susto! Que estás
vacunada!. Si tuvieras fiebre, te vienes por aquí”…..
Cuando
llego al despacho…. desolación, estamos solo ¡dos de cinco que somos!. Y
¿esto?, pregunto…. desbandada epidémica me dice Antoñito. Le miro fijamente y
casi le grito… ¡pues tú te pones en aquella esquina y ni me tosas, ya te digo!.
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