“¿Qué
te ocurre?” Le digo a Mercé, la hija de mi vecina que parece llorosa. Lo cierto
es que no suelo hablar mucho con ella, pues tiene fama de maleducada y
protestona pero, no sé por qué, ayer me dio pena con tanta lagrimita.
“Pues
nada que mi madre me roba”, me espeta de forma insultante.
“¿Cómo
que te roba?”, pregunto absolutamente sorprendida.
“Pues
sí - me suelta- yo llevo viviendo toda mi vida en casa. Bueno, en mi
habitación, monísima por cierto, con cuarto de baño y una zona de estudio que
da a la terraza del salón. Mi madre me da de comer, me compra la ropa, me ha
comprado un coche y, una vez terminada la carrera universitaria, me está
pagando un master de esos que valen una pasta. Naturalmente porque le viene
bien tenerme ahí… no te creas que lo hace por otra cosa….” dice la muy
impertinente.
“Hombre
bien… lo hace porque eres su hija!”. Le contesto
“Pues
vale, pero lo que yo quiero es ¡INDEPENDENCIA!”. Suelta con aire combativo.
“Ah
¿qué tu madre no te deja independizarte?. ¿Y eso, con lo mayor que eres?”
“Pues
oye, búscate un trabajo, búscate un apartamento con el sueldo que te den, y
págate tus gastos…. Eso es independencia….” Le digo con toda la lógica del
mundo.
“Qué
dices, - dice gritando- de eso nada. Yo tengo ya mi apartamento en mi casa, no
tengo más que poner una pared de separación con el resto de la casa para que mi
madre no ande controlándome y ya está” “¡Ah, y por supuesto, tendrá que seguir pagando
mi master, mi coche, mis vacaciones…. En fin, todo!”
“¡Ja
ja ….¡si hombre y dos huevos duros!”, le digo
¡Ay,
Mercé, tú lo que tienes es una cara más dura que el cemento armado!. ¡Si yo
fuera tu madre te ibas a enterar!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario