Cada día sin fallar uno solo, lo he visto pasar.
Es
una figura de apariencia frágil, ropa oscura, rematado su vestuario por un
sombrero que aparenta alguna talla más de lo que teóricamente debería ser, o al
menos eso parece, lo que le da un aspecto algo quijotesco, pero no ridículo si
no agradable.
De
cada una de sus manos penden las manos de dos niños que confiadamente caminan
con increíble seguridad, pese a su corta edad. De vez en cuando se miran entre
sí y sonríen unos y otro.
Hoy
le he oído decir a uno de ellos: “te quiero abuelo”….
Es
invierno, apenas cinco grados marca el termómetro, pero esas miradas hacen que
una oleada de tierno calor reconforte a quien les está mirando…….
No hay comentarios:
Publicar un comentario