El anciano, de la dignidad al desprecio

Como en alguna otra ocasión hemos dicho, cuando las referencias se hacen al término juventud, las cuestión es, cuanto menos, excelente… pero cuando se hacen al término ancianidad (un ciudadano de más de 60 años, no se vaya Vd. a creer), malo, malo la cosa no pinta bien….

Y así el desprecio es patente cuando cualquier cosa ha sido hecha o asistida por la tal figura: “anciano”.

Como ejemplo, recordemos el caso reciente de una conductora de 24 años que arrolló a un ciclista, que falleció después. Un par de días más tarde fue un conductor de 80 años el que hizo lo mismo con otro ciclista que también falleció. La “joven” se dio a la fuga… pero fue descubierta por la policía, mientras que el “anciano” paró, unos metros más allá del accidente, para avisar a la policía.

Ambos casos son muy lamentables, es cierto, pero se desató un torrente de acusaciones al hecho de que se pudiera conducir a edades tan provectas como la del “anciano”, mientras que nada se dijo del carnet de conducir de la “joven”. Como tampoco nada se dijo del porcentaje de accidentes de los “jóvenes” en relación con los de los “ancianos”.

Raro fue el programa de radio o de televisión que no incluyó el tratamiento de la noticia durante toda una semana. E, inmediatamente, se colocó el cartel de: el viejo que se quede en su casa y no moleste… que les quiten a todos el carnet de conducir… no se les puede dejar… es necesario hacer controles anuales, por lo menos… etc.

Es verdad que enfrentar juventud con vejez es lo mismo que si lo hacemos con futuro y pasado. ¡Donde va a parar.. ¡qué fácil es alabar la juventud y despreciar la ancianidad!... al fin y al cabo estos ya han dado lo que tenían que dar a la sociedad.

Para nuestros antepasados, la ancianidad era el símbolo de la sabiduría, del respeto y de la experiencia.

Pero hoy, no creo que sea lo mismo. Hemos pasado de la dignidad al desprecio. Y ello es un error, un inmenso error.