Cuando
hablamos de cooperación internacional nos estamos refiriendo a una ayuda
voluntaria que presta un país a una población de otro país con el objetivo de
mejorar la salud, la educación, la vida en fin de ese país. Actualmente entran
en juego (irremediablemente) cuestiones como intereses económicos y políticos.
Con
la explosión del fenómeno refugiados se ha desbordado el concepto. Ahora se
trata de acoger más que de ayudar in situ. Con ello se ha desvirtuado la idea
inicial de cooperación.
El
caso es que el estallido de conflictos bélicos, la hambruna, la búsqueda de una
vida mejor… etc. ha provocado una “huida” masiva hacia lo que se llama primer
mundo (se supone que ellos vienen del tercero). El asalto de fronteras provoca
auténticos conflictos. La frontera española en las ciudades de Ceuta y Melilla
son un claro ejemplo. Y todos no son refugiados en la definición que les da el
Derecho Internacional.
Actualmente
existe un conflicto generalizado que se está focalizando en los ataques
islamistas. Ataques que son reales como estamos viendo tan a menudo y que
transmiten un enorme temor en los países que acogen.
Entonces,
desde este “primer mundo” ¿qué podemos hacer?... nos negamos a su acogida, les
abrimos la puerta, insistimos en que la ayuda debe ser en su propio
país…..
Pues
bien, una vez instalados (con enormes dificultades, es cierto) en este “primer
mundo”, se les debe exigir respeto para los valores propios de los países que
les acogen y adaptación a la forma de vida con la que se van a encontrar. Lo
contrario no haría más que confirmar que la verdadera ayuda, la verdadera
cooperación internacional, es llevar la ayuda allí de donde vienen, en sus
propios países.
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