Te
confieso ahora, por lo bajito, que yo tampoco lo entendí en principio… pero,
luego, de golpe comprendí que una mascota no son, no pueden ser, todos los
animales. Bueno ¡claro!... una vaca o un toro… o quizá ¿Por qué no?. Pero, a
veces, podría valer una imagen, un recuerdo… no sé, quizá.
Y
no me refiero a la “amable y simpática” señora que se sienta a tu vera y no
para de comentarte todas “las jugadas” del viaje, no.
Me
refiero a un loro de verdad.
Sucedió
en la línea 1.
El
loro tenía 15 años y, en serio, parecía estar cansado de la vida, no sé. Estuvo
quieto todo el trayecto sin despegar sus ojos de la persona que le estaba
llevando de aquí para allá.
Aguantó,
claro, ¿Cómo no aguantar cuando vivir así es (eso de moda) no salir de tu zona
de confort?. Qué quieres, ¿que se vaya a recorrer el mundo? ¿a estas
alturas?... y buscar otro “trabajo”…. conocer otras jaulas, otras voces, otras
miradas…. deja, deja… ¡pa lo que me queda en el convento…..!
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