Bueno
pues un día deciden jubilarse. Y llega el primer paso: se lo comunican a los
compañeros: “chicos… que me jubilo”. Todos lo saben ya desde hace pues como
diez años, vamos, desde que no para de decirlo todos los días al llegar al
despacho: “yo, en cuanto pueda, vamos que me jubilo, ¡aquí voy a estar!” “tengo
unas ganitas…”
Pues
nada hombre: jubílese Vd.
Pero
ahí no para la cosa: lo siguiente es preparar una fiesta emotiva, eso sí, y con
croquetas, tortilla de patatas,
canapés de espárragos con mayonesa, patatas
fritas y vino tinto…. Bueno y coca colas, fantas, etc.
Conozco
el caso de un compañero de un Ministerio que dio un fiestón por todo lo alto.
Para unos 28 comensales se gastó casi dos mil euros… vamos, bastante menos de
lo que ganaba al mes.
No
permitió que nadie aportara nada para el convite (quería que la Tuna fuera al
centro para amenizar el guateque… pero no pudo ser, por “seguridad”, dijeron).
La mesa estaba… preciosa, llena de flores y los camareros (3) sonreían desde el
fondo del salón, todo iluminado. La merendola no tenía desperdicio: caliente y
frío, salado y dulce, ¡lo que quisieras!.
En
las fiestecitas estas de despedida-por jubilación lo suyo es que el jefe (que
casi nunca conoce al homenajeado) lance un bonito y emotivo discurso, vamos
como si le diera una pena que para qué que ese pobre se fuera a su casa, tras
estar agazapado en un archivador por los siglos…
Bueno
pues aquel día el jefe preparó un discurso de alabanza interminable. El jefe
tenía “su día”... Allí delante tenía al ya jubilado, a su tía, a sus hijos, a
los novios de sus hijos... ¡a su cónyuge!... que ¡hace falta valor para llevar
a tu cónyuge!.
Mientras
el jefe echaba su perorata, el homenajeado sonreía complacido. (Si, sí, aquí te
espero, comiendo un huevo…parecía que decía entre dientes).
Todos
nos fijamos en que el homenajeado-jubilado tenía entre las manos unos cuantos
folios, como para echar un discurso…
Empezó
a hablar. Los invitados (que habían reunido algo de dinero para comprar un
bolígrafo de regalo) miraban complacidos desplegar aquellos folios … complacidos
hasta que el neo-jubilado comenzó a desgranar toda una sarta de improperios
hacia los allí presentes y hacia todos los jefes que habían desfilado desde
hacía ¡40 años!.
“Y
¿esto?”, decían. “¿Qué le pasa a este hombre?”. ¡Pues también son ganas de
gastarse una pasta para venir a decirnos esto….! Al jefe le entraron unas
prisas…
En
el fondo fue jocoso, la verdad. ¡Aunque un poco caro!
Otro
día se jubilaba una compañera: “yo os invitaré, correrá de mi cuenta”, dijo.
Hasta que el día señalado –ya con su bolígrafo en el bolsillo- llegó muy alterada: “Que dice mi hermana que
de pagar yo, ni hablar, que los que tenéis que pagar sois vosotros, que eso
pasa en su empresa” “¡vamos voy a invitaros yo!”, “no, no, vosotros”. Soltamos
una carcajada y la calmamos: “no te preocupes que compraremos nosotros los
canapés...”
Luego
están los casos en que el jubilado “desaparece”…. Últimamente es el espécimen
más habitual. (¡Total, para que te regalen un bolígrafo!, ¡me lo llevo de la
oficina, antes de salir!.....)
Bueno,
pues en este caso –ya digo, ahora prolifera- llegan muy sonrientes un día y
dicen “¡adiós, que hoy es mi último día, me voy a un viajecito y cuando vuelva
comemos juntos¡ ¿vale?”…………………. Que ¿si vale?, otro que no vuelve a pisar por
aquí. Y ¿el bolígrafo?, pues ¡se rifa!........Esto es lo que hicieron en un
Hospital de Madrid.
También
funciona eso tan cutre de llevar una cajita de bombones y pasearlos por los
despachos... ¡después de que ya le han comprado el bolígrafo!... ¡pero hombre,
un poquito de por favor!...
Pero,
lo último, lo último en despedidas, es enviar un bonito escrito (vía e-mail) donde
explica, a quien le quiera leer, que se va y que se incorpora a su “propia
vida” ¿?. Luego larga una parrafada contando lo interesantes que han sido estos
años, cumpliendo, dicen, “un trabajo intenso pero muy bonito y con muchas
satisfacciones, profesionales y, sobre todo, personales” ¡toma ya!. Luego dan
las gracias por el apoyo que dice haber encontrado “y sin el cual ningún éxito
habría sido posible”. O sea, que da por seguro el éxito obtenido… Y luego
invita al personal a una copita... Y va y dice “… grazie mille per tutto
quanto!!!!.....” Pues el italiano es muy agradecido, cuando no se sabe cómo
terminar...
Pues yo cuando me jubilé no pensaba hacer fiestecita... pero es que casi te sientes obligado, te miran fijamente: ¡pero es que ¿no vas a hacer nada?!... Así que terminé haciendo y soportando lo que no quería: gastarme una pasta y aguantar el discurso del jefe que, es verdad lo que dices, no me conocía de nada....Mateo.
ResponderEliminarLa fiesta de mi jubilación fue estupenda. Mis compañeros (y sin embargo amigos) estaban allí. Sabía que, poco a poco, iba a dejar de verlos.... pero aquello era un "fin de trayecto" perfecto. Todos estábamos contentos .... como un fin de año. Espero que todos recuerden aquellos momentos y nuestros deseos de felicidad. ¡Esta claro que va a ser difícil volver a vernos! ¿hay intención, probablemente no?....
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