Un poco desesperada de estar encerrada en casa
decido bajar a la calle a comprar el periódico al kiosko de la esquina.
Bajo por la escalera con el fin de hacer
ejercicio y evitar, por si el virus, los botones del ascensor.
Peldaño a peldaño voy pensando en esto del
encierro, me pasa frecuentemente que medito mejor si me muevo o mientras voy
andando y como el piso en el que vivo es el último de la casa me da tiempo de
sobra para meditar y darme cuenta de la soledad de la escalera…. nadie en la
casa, bueno no sé si nadie, el caso es que apenas se oye algún sonido…..…
Atravieso la puerta de salida que da a un
parque infantil urbano y me sorprende la absoluta soledad y las líneas rojas
que marcan la prohibición de utilizarlos, así es que no hay niños, no hay
padres, ni abuelos y ni tan siquiera el aire balancea los columpios tan deseados
otros días, esos en los que el virus no nos rondaba, y mientras el sol insiste
en lanzarnos su calor y su color un poco asombrado de nuestra falta de
respuesta… seguramente,
Quizás mañana o en dos semanas, veremos.
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