Uff
tengo la nevera vacía, pero vacía de verdad; no me queda otra salida que ir a
la compra, al supermercado este que tengo enfrente de casa, y allá voy.
He
adquirido la costumbre, buena costumbre, de comprar mirando y comparando
precios, y, por supuesto, no comprar chorraditas varias ni caprichitos y por
tanto voy directa con mi lista de la compra y siguiendo la ruta habitual; y
claro tardando bastante más que cuando no lo hacía (lo de mirar precios digo).
Compruebo
que el carro se me está llenando de manera peligrosa, “bueno tampoco es para
tanto” , me digo, “algo tendré que tener por si vienen los niños”, si si los
niños… pero si acabo zampándome yo los chocolates… en fin que haciéndome oídos
sordos a mí misma, continúo mi ruta……
Frutas
(qué martirio cinco al día), verduras, filetitos tiernos, algo de pescadito
(venga sí…); y ahora las cosas de limpiar (¡qué tamaños tienen!, luego no caben
en el armarito correspondiente…) lejía, papel de cocina……..etc
Al
fin llego a la caja, “oiga, esta caja es de reparto?” , vale pues aquí me
quedo. Detrás de mí se coloca un varón de mediana edad (no de la Edad Media
sino de 50 años, año más año menos…) no lleva carrito sino un pequeño cesto,
con pates, quesos, algo de jamón ibérico y unos panes… todo riquísimo como
acostumbran los varones (mira qué suerte!)