Llevamos
unos días reorganizando nuestras mentes de cara a los cadáveres que se van
amontonando. La muerte del otro, quienquiera que sea, discurre entre escritos
laudatorios y otros donde poder vislumbrar aquello que no se perdona. Cinismo… hipocresía…
intereses abyectos… por ahí anda la cosa.
Hace
poco murió una dirigente valenciana del PP. La alcaldesa por antonomasia: Rita
Barberá. Una importante mujer de sesenta y pico años que se pasó más de dos
décadas trabajando (y bien) por su ciudad. Murió bajo la sospecha de
“malversar” 1.000 euros. Incluso los que le dieron la espalda, alabaron su
trayectoria. Quizá, y sólo quizá, en el último momento pudo faltarle algo de
generosidad con su partido
Y
poco después el dictador por antonomasia: ¡Fidel Castro!. Este ya talludito,
sobrepasando los 90. Castro se inició perjurando que de comunista nada y,
después, de comunista todo. Expropiaciones, asesinatos, miles de presos
políticos maltratados,… y así cincuenta y tantos años…..