Comentaba
un amigo el otro día y casi casi en plan confesión, que desde que había
decidido perdonar a todo aquel que le había provocado algún daño, y habiendo
vaciado esa horrible mochila de odios y daños provocados en el alma por otros,
estaba consiguiendo eso tan difícil, pero curativo, que se llama “la paz
interior”, y lo titulaba como el mágico perdón.
Y
sí, había conseguido, con bastante esfuerzo diario la verdad, ser más generoso
en sus juicios hacia los demás y pasaba por alto comentarios poco edificantes
que antes le hubieran provocado “saltar a la yugular” de quien los pronunciaba
y simplemente había optado por contar hasta diez…… a veces hasta veinte,
mientras elaboraba la respuesta adecuada y cuando al fin lo conseguía (que no
siempre era posible….) sin renunciar a sus principios, notaba una extrema
tranquilidad y la alegría se reflejaba en su rostro.
Contaba
este amigo que aún le quedaba mucho recorrido, que habían sido muchos años de
rabia y dolor provocado por otros, infringido a sí mismo y a los que amaba,
pero que estaba seguro de acabar consiguiendo perdonar a todos sin olvidar,
pues olvidar significaría el desprecio al ofendido y la renuncia a tus propias
ideas y principios.
Y
me quedé pensando en la magia del perdón y el difícil camino que lo rodea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario