Decía
el otro día el siempre acertado articulista Antonio Burgos: “Ay, si en España
no se hubiera cambiado lo que iba bien, como que la educación dependiera del
Gobierno central…..”
Eso,
que es lo que viene siendo “una verdad verdadera”, es lo que nos repetimos
estos días. Parece ser que a los chavalines de los coles los de las mareas
mareantes les han aconsejado que se nieguen a hacer deberes durante todos los
fines de semana de noviembre. Claro que los niños harán lo que les digan en
casa…. ¡obvio!
Nunca
hubiera imaginado que se hiciera una huelga contra los deberes. Protestar sí,
todos los días protestan nuestros niños por “¡la de deberes que tenemos!”, algo
que, por otra parte, se ha hecho toda la vida.
Curiosamente
la asociación de padres y madres que apoyaron la cosa con fruición son los de
la escuela pública (Ceapa) mientras que los de los colegios católicos (Concapa)
no lo tienen tan claro. Como era de esperar, en la primera ocasión, la cosa no
alcanzó más allá del uno por ciento. O sea: de cada 100 niños 99 hicieron los
deberes.
Paralelamente
los mismos promotores son los que se manifiestan contra las reválidas (… y no
rebalida como decía en la concentración una pancarta analfabeta… y cuya líder
es una “joven” de 30 años).
El
debate este de los deberes y de los “exámenes control” no es nuevo. Se dicen
cosas como: “tenemos que recuperar el tiempo libre de nuestros hijos” o
“pretenden poner en tela de juicio a los profesores”. Algo totalmente absurdo
porque el objetivo es, creo yo, conocer el grado de esfuerzo personal del
alumno, su habilidad de planificación, el hábito de estudio e, incluso, si es
capaz de organizarse. Y, por supuesto, ¡si se ha enterado de algo!.
Quizá
la clave sea, como así lo apuntaban desde el Ministerio de Educación, que tales
tareas sean adecuadas y no excesivas.
Sin
duda, la huelga, tanto por los deberes como por los exámenes control, implican
una gran desconfianza hacia los profesores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario