Camina
algo renqueante, con la mano derecha acompaña su zona lumbar y arrastra un poco
los pies, mientras al tiempo vigila la hora que señala el reloj, ese que lleva
en su muñeca izquierda, restos de lo que parece indicar su estilo de “antes”,
de cuando era algo más…… pero prefiere ir olvidando quien era y, de alguna
manera, se va adaptando a su situación actual.
De
hecho y según se acerca a su destino se endereza y va recolocando su postura,
al tiempo que su mano derecha abandona la posición lumbar. Y camina con
decisión y cierto estilo marcial mientras saluda a quien se encuentra a su
paso, y con las dos manos así como con desgana estudiada, levanta el cuello de
su abrigo beige.
Y
es entonces cuando acercándose a la puerta dice con voz clara y alta ese nombre
que no es otro que el mismo suyo, y aparece un rubiajo que saltando a sus brazos
dice la mágica palabra:- “¡Abuelo!”….. y es entonces cuando, un día más, sus
manos se juntan, y ya no puede caber mayor felicidad!!
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